Antes de la definición como feminista llega en muchas de nosotras la certeza de que existe un sistema de dominación, una serie de cadenas ideológicas que recaen sobre el cuerpo de las mujeres. La confrontación constante con las costumbres, con los prejuicios, con las restricciones y con todo un orden de cosas se da desde muy temprano si tienes un cuerpo de mujer, si eres una mujer que decide ser libre… Así, antes de la reflexión político / teórica para muchos de nosotras esta la inmediatez, el no poder aceptar así como así lo que la tradición y la moral intentan imponer sobre nosotras.

Por muchos años nos llamamos feministas, pensado que nos identificabamos con un pensamiento siempre en constante construcción, lleno de contradicciones y confrontaciones pero teniendo presente la necesidad de un pensamiento que rompa con las ataduras ideológicas que se imponen sobre los cuerpos. Un pensamiento que permita establecer un algo de equilibrio en la vida social que posibilite una mejor relación entre hombres y mujeres lo que significaría siempre y en todo momento la libertad de ambos.

Lo que ha sucedido en los últimos años podría ser algo digno de festejo, miles de mujeres en las calles, muchas mujeres aparentemente conscientes de su cuerpo, de su posición alzando la voz, la mujer como centro de la discusión cotidiana y mediática y sin embargo lo que hay es un enorme simulacro, un dispositivo de control que se reproduce bajo la apariencia de un feminismo cuyo origen podemos encontrar en las redes de la economía financiera.

Los dispositivos lanzados desde ese feminismo financiero han sido aceptados y reproducidos por la sociedad, han sido inoculados certeramente desde los medios de comunicación. Lo que este dispositivo ideológico genera es una especie de infección viral, un mal que ataca desde el interior a las colectividades y que va desmembrando esos pequeños tejidos que permiten la organización. Lo que contiene este operativo es un regreso a los esquemas más conservadores de la sociedad, al puritanismo moral , la denuncia y persecución como método de confrontación generalizada. La cultura de la denuncia (sobre todo vía redes), el discurso de la seguridad y la violencia se instalaron con la rapidez y la eficacia del de la víctima. Es decir, el discurso dominante, el que proviene del Estado y las corporaciones se vuelve sentido común, se naturaliza como manera de resolver conflictos dejando claramente deja de lado el cuestionamiento a profundidad del sistema que permite la dominación y convirtiéndolo en un mero esquema de confrontación personal entre unos y otros. Es decir, la denuncia no hace más que disolver el carácter político y social de las relaciones de dominio para convertirlos en una confrontación entre individuos. Los términos de la confrontación están establecidos y fijos, la mujer víctima y el hombre potencial violador, acosar y cualquier cosa que represente esa virilidad fuerte y cabrona que se impone sobre la pasividad y la simpleza de las mujeres.

Una campaña como #yositecreo no hace más que regresar a las mujeres a su peor lugar en términos simbólicos. Se trata de imponer la idea de que las mujeres no mienten, no manipulan , no son vengativas, (toda esa complejidad humana no es de las mujeres es patriarcal, dicen las mas creídas). Las mujeres del imaginario #yositecreo, #miprimeracoso,#metoo y demás no desean, pero tampoco acceden al mundo complejo de las pasiones, son buenas y santas y estamos a un paso de diferenciarlas de las putonas, de las que se ponen una minifalda por el gusto de enseñar y provocar, que deciden emborracharse e irse a casa de un desconocido y equivocarse si el tipo no les agrada sin sentir que las han usado, pues asumen que son responsables de si mismas. El dispositivo es eficaz puesto que la violación y el asesinato se han impuesto como políticas desde los centros de poder.

La impunidad de la víctima, podríamos llamarle a eso que se impone en este feminismo financiero. Si quien acusa miente, porque pasa, porque las mujeres tenemos todas las pasiones. Si quien acusa miente, si la victima miente, en su carácter de incuestionable disuelve la dignidad del acusado, este no existe, este es culpable sin más, con la responsabilidad entera y sin posibilidad de nada más que entrar al juicio y escrutinio social como el abusador. El inculpado ha perdido todo, su estatus de “privilegiado”, por tener un cuerpo con verga y testículos confirma y deja fijo su lugar simbolico: el del abusador. Lo que se naturaliza es atroz, los hombres violan y las mujeres solo sufren. Lo que se reafirma es el viejo patrón de dominio.

Pero regresemos al asunto del inculpado, ese que no tiene más que aceptar sus “privilegios de hombre” y ser enjuiciado por la opinión mediatizada. Quien defiende el discurso de la víctima incuestionable, defiende también la posibilidad de que quien busque venganza, mienta o decida destruir a alguien lo logre. Es decir, entramos a la persecución y al señalamiento sin un dejo siquiera de cuestionamiento crítico. Terrible es si pensamos que eso va desmadrando nuestra poca e incipiente organización. Terrible si este dispositivo se introduce como forma de conflicto moral y aparece desde hace años en cualquier forma de colectividad, sobre todo aquellas de carácter político en donde genera verdaderos daños. No se ha visto hasta ahora que ninguna denuncia golpee en lo más mínimo el antiguo régimen de dominio sexual.

El dispositivo es creado desde el poder, pero como los virus, se activa en los cuerpos en concreto, de tal manera que son los mismos individuos los que le dan vida y legitimidad. Así, el discurso del Estado, el de los medios se vuelve centro en el habla y las “demandas” de los supuestamente críticos… así las denuncias aparecen en una y otra organización. colectivo, comunidad o grupo, así se diluye la política feminista hasta convertirse en un cascaron.

No son tiempos en los que sea claro lo que significa llamarse feminista a pesar de que el pensamiento sobre los cuerpos y la dominación sea indispensable, no son tiempos, si eso es ahora un instrumento usado por el poder dejémoslo sin abandonar la rabia ni la critica y mucho menos la acción.

Soy la hija furiosa de Saturno
He sido bruja, loca, satánica, feminista…
¡Soy una histérica!

ItaMenon/VilMaSAnchez/666histerismocritico!